domingo, 21 de marzo de 2010

¿Quién soy yo? 8


Observar la belleza de una flor puede despertarte, aunque sea brevemente, a la belleza que forma parte esencial de tu Ser más íntimo, de tu auténtica naturaleza. La alegría y el amor están intrínsicamente conectados con ese reconocimiento. Las flores pueden convertirse para nosotros en una expresión con forma de lo más elevado, lo más sagrado y, en última instancia, de lo que no tiene forma en nuestro interior. Las flores, más efímeras, más etéreas y más delicadas que las plantas de las que brotan, son como mensajeras de otro reino, como un puente entre el mundo de las formas físicas y el de lo que no tiene forma. No solo tienen un aroma delicado y agradable, sino que además aportan una fragancia del reino del Espíritu.
Cuando estás alerta y contemplas una flor sin nombrarla mentalmente, se convierte en una ventana para ver lo que no tiene forma. Hay una apertura interior, por pequeña que sea, a la dimensión espiritual.

Eckhart Tolle

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